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Antes de tocar las barreras emocionales, acerquémonos al rellano de losmedios de comunicación

generalistas. En primer lugar, a la dificultad de introducirse en una agenda mediática en cuya

puerta compiten cientos de temas a cual más impactante y/o urgente, en un espacio limitado.

Dejando a un lado las distintas líneas editoriales y la dependencia de muchos de estos medios

de la publicidad de empresas energéticas fósiles, bancos o contructoras, como en el caso

español, fijémonos en el jefe o la jefa de sección, pues es quien muchas veces elige si tratar una

información u otra ¿noticia sobre cambio climático o el desahucio de una mujer de 87 años?

¿cambio climático o tarjetas black? ¿o el apartheid sanitario? ¿o la corrupción política? La

puerta es pequeña.

Sin embargo, a pesar del estrecho del hueco, algunas informaciones consiguen entrar. Entonces,

el periodista se ve con el siguiente problema: La comunidad científica internacional lleva varias

décadas discutiendo sobre cambio climático y aunque hoy hay un posicionamiento cohesionado

gracias al Plantel Internacional de Científicos del Cambio Climático de Naciones Unidas, el eco

del violento negacionismo, prolijo en estudios 'científicos' financiados por empresas petroleras,

ha hecho mella en la opinión pública y muchos periodistas, frente a un fenómeno claramente

asociado al cambio climático, ante la duda, no lo vinculan, por miedo a 'meter la pata'. El,

llamemoslo, exceso de 'prudencia' tampoco ayuda a que la ciudadanía entienda el problema.

Debemos recordar que la comunidad científica también es cauta y se rige por el principio de

precaución y es desde esta cautela desde la que en los últimos informes del IPCC se muestra

un consenso en el análisis, tanto de los impactos, como de la urgencia de reducir radicalmente

las emisiones de gases de efecto invernadero.

Se habla de cambio climático el día en que se publica el gran informe y cuando hay una

ciclogénesis explosiva o una inundación desproporcionada. Pasamos del silencio a la catástrofe,

reproduciendo una y otra vez un patrón comunicativo tan deprimente como ineficaz.

Alba del Campo